Técnicas de construcción de los maestros constructores incas

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La civilización inca suele representarse como envuelta en misterio, y el modo en que lograron su increíble trabajo en piedra se trata como un enigma impenetrable. Pero el Imperio Inca, o Tahuantinsuyu, seguía siendo dominante en toda Sudamérica en el momento de la conquista europea. Se extendía desde Colombia hasta Chile y Argentina, con una población máxima de más de diez millones de personas antes de la llegada de los patógenos europeos. Gran parte de su cultura fue presenciada y documentada por diversos cronistas españoles tempranos en el siglo XVI.

Durante la última década, he revisado minuciosamente muchos de estos escritos del período colonial temprano. No solo detallan la historia y la forma de vida de los incas, sino que, para mi sorpresa, también incluyen numerosas referencias a los ingeniosos métodos de construcción de sus canteros. Esta colección de referencias españolas tempranas presenta una imagen detallada de cómo se llevó a cabo su impresionante trabajo en piedra.

Estos registros históricos fueron contrastados con otras líneas de evidencia física, que efectivamente respaldan lo que describieron los españoles. Como parte de este proyecto, regresé a Perú para reunir evidencia fotográfica de más de treinta sitios incas. La siguiente colección de fotografías ilustra diversos aspectos de sus técnicas de construcción, incluyendo cómo las piedras fueron extraídas, transportadas, divididas, moldeadas, ajustadas y labradas.

Este artículo también examina una serie de lo que inicialmente parecen anomalías inexplicables, como un mosaico de estilos de mampostería y superficies aparentemente ‘derretidas’. Estas han alimentado varias teorías de “historia alternativa” sobre el origen de este trabajo en piedra. Sin embargo, se aclaran con una mejor comprensión de la historia y la geología de la región. En suma, lo que sigue es uno de los relatos más completos y basados en evidencia sobre las técnicas de construcción inca jamás compilados.

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¿Qué documentaron los cronistas españoles?

Tras la conquista española, los hábiles canteros incas no desaparecieron de repente. Continuaron su oficio en edificios y catedrales de la época colonial, en lo que los investigadores llaman un estilo “neo-inca” (Nair, 2003; Kauffmann Doig, 1965). Algunos de estos españoles dejaron relatos de primera mano. Uno de los cronistas más respetados, Pedro Cieza de León, presenció personalmente a sus canteros trabajando mientras estaba en Cusco:

“En cuanto a poner cimientos y levantar edificios sólidos, lo hacen muy bien; fueron ellos quienes construyeron las casas y moradas de los españoles, hicieron los ladrillos y las tejas, y colocaron grandes y pesadas piedras, encajándolas con tanta destreza que es difícil ver las uniones. También hacen estatuas y otras cosas mayores, y en muchos lugares es evidente que las han tallado sin más herramientas que piedras y su gran ingenio.”
- Pedro Cieza de León (1518-1554), Las Crónicas del Perú (1553)

Un ejemplo de esta mampostería del período de transición se ve en los muros de la Casa de las Sierpes en Cusco. Este edificio fue construido por Don Pedro Bernardo de Quiroz tras su nombramiento como fiscal general y juez en 1582. Reutilizó piedras incas preexistentes de las cercanías de la plaza del convento de Santa Clara. Para el dintel, “mandó tallar dos figuras de sirenas con cabezas de lobos marinos, hembra y macho, para el portal de su casa (Amado Gonzales, 2003)”. Aunque no es megalítico, este edificio demuestra que la mampostería de ajuste preciso seguía produciéndose aquí décadas después de la caída de los incas.

Casa de las Sierpes loading

Los cronistas españoles conservaron gran parte de la historia oral de los incas, que se remontaba siglos atrás. Aunque los incas no tenían una lengua escrita completa, sí contaban con ancianos sabios en su sociedad cuya función principal era recordar y transmitir su historia. Convertían sus relatos en canciones como dispositivos mnemónicos y rememoraban las hazañas de antiguos gobernantes durante eventos importantes (Cieza de León, 1554).

Los incas eran meticulosos registradores, utilizando su sistema de quipu —cuerdas anudadas— para consignar datos numéricos y cierta información simbólica. Con estos registros, controlaban los tributos de sus pueblos conquistados (equivalentes a impuestos). Esto incluía el número de trabajadores que cada uno dedicaba a los proyectos monumentales de construcción del imperio bajo su sistema de trabajo compartido “mit’a” (Polo De Ondegardo, 1571; Cieza de León, 1554; Rowe, 1946; Acosta, 1590). Al frente de estos esfuerzos constructivos estaba la élite inca de arquitectos y maestros canteros (Cobo, 1653):

“Los reyes incas tenían un gran número de arquitectos y maestros canteros que llegaron a ser altamente diestros en su oficio y vivían de él. Todo lo que construían era para el rey, quien siempre los mantenía ocupados con las muchas fortalezas, templos y palacios que mandó edificar en todo su reino… no hubo provincia en todos los dominios de los incas que no estuviera realzada con estas estructuras de piedra hábilmente realizadas.”
- Padre Bernabé Cobo (1582-1657), Historia del Nuevo Mundo (1653)

Estos registros siguen el ascenso de los incas desde la fundación del Reino Inca en Cusco por Manco Cápac, a través de la línea de reyes, hasta la captura de Atahualpa por Francisco Pizarro. El más notable de estos gobernantes fue el gran Pachacuti Inca Yupanqui, “el que vuelve el mundo”, a quien se atribuye el inicio de la rápida expansión del Imperio Inca. Su historia cuenta que reconstruyó la ciudad de Cusco desde sus cimientos durante dos décadas con 50,000 hombres:

“Había decidido reconstruir la ciudad de Cuzco… Inca Yupanqui trazó la ciudad y mandó hacer modelos de barro tal como planeaba construirla. … todo el asiento de la ciudad eran pantanos y manantiales de agua. Ordenó que todos los manantiales fueran canalizados de modo que se llevase el agua a las casas de la ciudad y se hicieran fuentes para abastecerla a la ciudad. Al mismo tiempo, mandó a otros preparar los cimientos de las casas y edificios de la ciudad. … Entonces Inca Yupanqui ordenó a todos los habitantes de la ciudad de Cuzco que abandonaran sus casas, sacaran todo lo que tenían en ellas y se fueran a los pequeños pueblos cercanos. Hecho esto, mandó derribar aquellas casas. Con esto terminado, limpio y nivelado, el Inca, con sus propias manos, junto con el resto de los señores de la ciudad, hizo traer una cuerda; indicó y midió con la cuerda los solares y las casas que habían de hacerse y sus cimientos y estructuras. Con todo esto preparado, se cavaron los cimientos. Habiendo traído el equipo necesario, comenzaron a construir su ciudad y sus casas. Mientras se levantaban estos edificios, el trabajo continuó sin cesar con cincuenta mil indios en la obra. Desde que Inca Yupanqui ordenó el comienzo de las mejoras en la tierra y los ríos de la ciudad y la construcción de los edificios hasta que todo lo que habéis oído se terminó, transcurrieron veinte años.”
- Juan de Betanzos (1510-1576), Suma y narración de los incas (1576)

A Pachacuti Inca Yupanqui también se le atribuye haber reconstruido su más sagrado Templo del Sol, Qoricancha, en el mismo lugar de un templo previo construido por Manco Cápac (Cieza de León, 1554; Betanzos, 1576). Y bajo su reinado comenzó la construcción de Sacsayhuaman, la fortaleza megalítica que domina la ciudad. Los trabajos en ese sitio continuaron durante los reinados del hijo de Pachacuti, Tupa Inca, y del nieto, Huayna Cápac:

“Desde el tiempo del buen rey Inca Yupanqui, bajo cuyo reinado se reunió el primer material, hasta el de Huaina Cápac, los incas trabajaron por más de cincuenta años para erigir esta fortaleza; hay incluso quienes dicen que nunca la terminaron, y lo prueban con esta ‘piedra cansada’ que, según ellos, iba a ser utilizada para continuar la construcción, antes de que la guerra civil y la llegada de los españoles pusieran fin a todos estos proyectos y al propio Imperio Inca.”
- Garcilaso de la Vega (1539-1616), Los Comentarios Reales de los Incas (1609)
“[Pachacuti] Inca Yupanqui fue el inca que comenzó a construir la fortaleza de Cuzco, delineándola y disponiéndola, [y] ordenando que se extrajeran las piedras de cimentación, como nunca se habían visto en el Perú. ... “[Tupa Inca Yupanqui] también mandó que la construcción de la fortaleza, que su padre, [Pachacuti] Inca Yupanqui, había iniciado se continuara con gran cuidado, pues estos famosos y renombrados edificios harían que su nombre perdurara para siempre. [También] ordenó que se enderezaran las calles y canchas de Cuzco y se levantaran nuevos edificios. Ordenó asimismo que se organizaran los caminos reales desde Cuzco hacia Chile y hasta las montañas por encima de Charcas, y por abajo hacia la costa [hasta] Quito. Se puso tal empeño que era como si él participara personalmente en cada aspecto del proyecto.”
- Martín de Murúa (1525/1540-1618), Historia general del Perú (1616)
Los megalitos de Sacsayhuamán loading

¿Qué tan fiable es esta cronología histórica preservada por los españoles? Numerosos estudios han intentado responder a esta pregunta comparando estas obras españolas con dataciones por radiocarbono realizadas en numerosos sitios incas. La cronología histórica más aceptada es la interpretación de John Howland Rowe de la crónica de Cabello Balboa, basada en la historia oral inca. Aunque la piedra en sí no puede datarse directamente, los investigadores pueden datar otros materiales orgánicos usados en la construcción de estos edificios y bajo sus cimientos, además de otros artefactos. Estos estudios han encontrado que, aunque en su mayoría precisa, la expansión del Imperio Inca comenzó unas décadas antes que la cronología de Rowe/Balboa (Adamska & Michczyński, 2016; Marsh et al., 2017; Ogburn, 2012; Ziółkowski, 2021). Esta expansión más temprana implica que habrían tenido más tiempo para construir sus numerosas fortalezas, templos y puestos avanzados.

Más ampliamente, estos estudios sí confirman que estos sitios fueron efectivamente construidos por los incas, y no por alguna civilización anterior de miles de años antes (un tema que retomaremos en la sección final, al examinar la cronología de la “historia alternativa”). La construcción de estos sitios tampoco era historia antigua para los propios incas. Se cree que Pachacuti murió en 1471, mientras que Huayna Cápac falleció alrededor de 1524, menos de una década antes de que Pizarro capturara a Atahualpa en 1532. Es probable que aquellos descendientes incas que contaban a los españoles sobre esta construcción en Sacsayhuaman la hubieran visto en parte de primera mano.

¿Cómo movieron los megalitos?

Uno de los mayores desafíos de ingeniería que enfrentó la construcción inca fue mover los enormes megalitos. Se estima que las piedras más grandes de Sacsayhuaman pesan entre 100 y 200 toneladas (Šaravanja et al., 2023; Scarre, 1999). ¿Cómo pudieron los incas, sin maquinaria moderna ni animales de tiro fuertes como caballos y bueyes, mover piedras tan masivas desde sus canteras?

Algunos de los cronistas abordaron precisamente esta cuestión. La solución fue la fuerza colectiva, el ingenio y el esfuerzo coordinado de multitudes de trabajadores. Durante la construcción de Sacsayhuaman, miles de obreros arrastraban los megalitos utilizando cuerdas gruesas (Cieza de León, 1553):

“Ordenó que se enviaran veinte mil hombres desde las provincias, y que los pueblos los proveyeran de los alimentos necesarios, y si alguno enfermaba, que se enviara otro en su lugar y aquel pudiera volver a su hogar. Estos indios no estaban permanentemente dedicados a este trabajo, sino solo por tiempo limitado; luego venían otros y aquellos se marchaban, de manera que el trabajo no se volviera oneroso. Cuatro mil de ellos extraían y cortaban las piedras; seis mil las arrastraban con grandes cables de cuero y cabuya [cuerda fibrosa]; los demás cavaban la zanja y echaban los cimientos, mientras otros cortaban postes y vigas para las maderas... Los veedores iban observando lo que hacían, y maestros muy diestros en su oficio. Así, en una colina al norte de la ciudad, en su punto más alto, a algo más de un tiro de arco de distancia, se construyó esta fortaleza que los naturales llamaban Casa del Sol, y nosotros la Fortaleza.”
- Pedro Cieza de León (1518-1554), Las Crónicas del Perú (1553)

Otros cronistas españoles también mencionaron que arrastraban estas piedras con cuerdas:

“Hallaron que había abundancia de piedra y grandes canteras en las cercanías de Salu. … Inmediatamente después de llegar allí, dieron la orden de cómo debían traer y transportar las piedras de la construcción. Para este propósito, tenían gran cantidad de cuerdas, gruesos cables de tendones y cuero de oveja [llama].”
- Juan de Betanzos (1510-1576), Suma y narración de los incas (1571)
“A esta labor se añadió el traslado de piedras desde grandes distancias por la fuerza de los brazos de los hombres. Cualquiera que haya visto sus edificios no dudará de sus afirmaciones de que se emplearon treinta mil hombres.”
- Polo De Ondegardo (1520-1575), Relación de los ritos y leyes de los incas (1571)

Algunas culturas andinas aún fabrican cuerdas tradicionales excepcionalmente fuertes usando diversos materiales. Durante una visita a una comunidad kichwa en Ecuador (que habla un dialecto del quechua inca), dos mujeres demostraron cómo elaboraban cuerda a partir de una suculenta llamada Furcraea cabuya (mencionada en una traducción de Cieza de León). Apenas unas pocas hebras delgadas trenzadas juntas ya eran demasiado resistentes para que alguien las rompiera.

Otro ejemplo perdurable de fabricación tradicional de cuerdas aún puede verse en Q’eswachaka. Cada año, una comunidad quechua se reúne para reconstruir un puente inca tradicional. El esfuerzo colectivo probablemente se asemeje a cómo los trabajadores de la era inca se unían para arrastrar piedras. El festival dura cuatro días: primero las mujeres tejen las cuerdas con el pasto ichu, extendido por todo el altiplano. Luego, docenas de hombres arrastran las gruesas y pesadas cuerdas a través del cañón para volver a erigir el puente. Cuerdas hechas de cuero de llama se usaban para bandas de soporte transversal.

Un estudio de ingeniería de 1996 probó la resistencia de las cuerdas de pasto ichu (Ochsendorf). Cada una podía soportar al menos cinco mil libras con dos pulgadas de grosor. Trenzadas en cables más gruesos, se estimó que soportaban 50,000 libras. Esa resistencia fue crucial, ya que los puentes de cuerda incas transportaban largas caravanas de llamas cargadas de mercancías.

Al calcular la fuerza necesaria para mover megalitos, a menudo se pasa por alto que no se levantaba todo su peso. Para moverlos horizontalmente, los trabajadores solo necesitaban vencer la fricción y generar suficiente impulso lateral. En una pendiente, solo una fracción del peso total de las piedras se sumaba a la fuerza de arrastre requerida. Esto explica el amplio uso inca de rampas de tierra y otros métodos de reducción de fricción.

El padre Bernabé Cobo, misionero jesuita, fue testigo del uso de rampas en Cusco:

“Las piedras se llevaban al lugar de trabajo arrastrándolas, y como no tenían grúas, ruedas ni aparatos para levantarlas, hacían una rampa de tierra junto a la obra y rodaban las piedras por la rampa. A medida que la estructura se elevaba, iban levantando la rampa a la misma altura. Vi este método usado para la Catedral de Cuzco que está en construcción. Como los obreros que trabajan en esta obra son indios, los canteros y arquitectos españoles les dejan usar sus propios métodos de trabajo, y para elevar las piedras hicieron las rampas mencionadas, amontonando tierra junto al muro hasta que la rampa quedó tan alta como el muro.”
- Padre Bernabé Cobo (1582-1657), Historia del Nuevo Mundo (1653)

Hoy en día aún son visibles varias rampas en canteras y sitios arqueológicos incas, como estas Chullpas (torres funerarias) cerca de Puno. Un cartel en Sillustani menciona que una de las rampas todavía tenía un par de piedras grandes sobre ella, conduciendo a una Chullpa que seguía en construcción. En Cutimbo, una rampa se extiende hacia el borde del acantilado, presumiblemente para subir las piedras sueltas desde la cantera inferior. Y en otras canteras, se ven rampas que conducen a megalitos individuales que estaban en proceso de ser extraídos (Protzen, 1985; Protzen & Nair, 2013).

En algunas zonas, las canteras estaban cerca de los sitios de construcción, por lo que las piedras no necesitaban ser movidas particularmente lejos. En Machu Picchu, algunos guías de “historia alternativa” dan la falsa impresión de que las piedras se movieron desde el valle, miles de pies abajo, ignorando una cantera superior junto al Templo de las Tres Ventanas. De manera similar, existen dos canteras cercanas y cuesta arriba desde Sacsayhuaman, y grandes piedras están dispersas por el paisaje alrededor de allí.

Otras piedras sí se transportaron desde canteras distantes. Gran parte de la piedra de Cusco se obtuvo de la cantera de Rumicolca, a 18 millas (30 km). Aunque distante, el trayecto corría por un valle fluvial relativamente llano, a lo largo de su extensa red de caminos (la rama Collasuysu del Qhapaq Ñan). Generalmente fueron piedras más pequeñas las que se trasladaron esa distancia. La piedra usada en la mampostería precolonial de Cusco promediaba aproximadamente 100 libras, con algunas de las piedras más grandes en Qoricancha rondando solo las 300 libras (Sacred Geometry Decoded, 2022).

Aunque también existe una cantera superior en Ollantaytambo, una fuente principal de su piedra fue una ladera al otro lado del valle del río en la cantera Kachi Qhata / Cachiccata. Arrastrar megalitos a través de este valle es, sin duda, una hazaña impresionante. Para lograrlo, los trabajadores nativos construyeron una carretera bien diseñada, que baja desde la cantera y luego sube directamente a la zona megalítica de Ollantaytambo. Quienes intentan exagerar el misterio que rodea este sitio tienden a ignorar la existencia de esta rampa gigantesca, pues socava su narrativa de “tecnología avanzada perdida”. Esta rampa asciende por el lado de la montaña con una inclinación gradual de ocho grados y tiene 4-8 m de ancho, suficiente para unas pocas columnas de hombres tirando con cuerdas (NOVA, 1996; Protzen, 1993; Miano, 2021).

A lo largo de esta ruta desde la cantera hay numerosas “piedras cansadas” que fueron abandonadas durante el traslado, con una descansando en la base de la rampa. Estas proporcionan más información sobre sus métodos de transporte. Una excavación bajo uno de estos megalitos reveló cómo construían firmes de camino para ayudar a mover estas enormes piedras (Protzen & Nair, 2013). Esta superficie cuidadosamente preparada contenía múltiples capas de suelo, grava y arcilla. Esta base habría reducido la fricción y disminuido la probabilidad de que las piedras se trabaran con otras rocas. Se observó tierra amontonada a lo largo del borde frontal de avance de esta piedra, como evidencia de que fue arrastrada. También pueden verse marcas de arrastre en algunas piedras grandes.

Décadas antes, otro megalito cerca de Ollantaytambo reveló una técnica diferente para reducir la fricción: “El Sr. Luis Llanos me informa que un buscador de tesoros en Ollantaytambo cavó bajo un gran bloque inca abandonado entre la cantera y el sitio y encontró restos de rodillos de madera(Rowe, 1946). Se cree que también se usaron piedras esféricas del tamaño de una pelota para servir como rodillos. Además, se han encontrado numerosas palancas de bronce en sitios incas, que podían aplicar palanca para ayudar a desplazar y reposicionar piedras (una técnica que aún usan hoy los canteros peruanos).

En 1996, un documental de NOVA replicó con éxito este método manual de arrastre de megalitos, confirmando que las piedras cansadas podían ser movidas por un equipo coordinado tirando con cuerdas. Reunieron a 250 hombres, mujeres y niños de los alrededores del pueblo de Ollantaytambo para mover un bloque de 15 toneladas por una pendiente que se aproximaba a la gran rampa que conduce al Templo del Sol. Aunque inicialmente fue difícil sacar la piedra del hueco donde estaba, una vez despegada pudieron mantener un impulso relativamente rápido.

Este mismo método puede ampliarse a más hombres (excluyendo mujeres y niños), con más cuerdas, para tirar de piedras aún más grandes. Un ejemplo de cómo pudo haber sido se ve en el pueblo Nias de Indonesia, que de forma similar movió megalitos con cuerdas hasta alrededor de la década de 1950. Aunque el tamaño de los megalitos incas es notable, numerosos ejemplos en todo el mundo y a lo largo de la historia han demostrado que piedras más grandes pueden moverse solo con fuerza humana.

¿Cómo se extrajeron, cortaron y tallaron las piedras?

Los canteros de la era inca elaboraron algunos de los monumentos de piedra más finos de la historia humana. En su cosmovisión, el mundo natural estaba permeado de conciencia. La roca para ellos tenía un significado sagrado y espiritual. Su mitología incluso hablaba de la humanidad nacida de la piedra. Esta reverencia se refleja en el esmero y la precisión de su mampostería entrelazada, moldeada a lo largo de incontables horas de trabajo. Sus creaciones buscaban una armonía con el paisaje, con pasajes y patios que se abrían a vistas enmarcadas dramáticamente. Otras estructuras parecen surgir de la roca madre, con bloques que abrazan de cerca las curvas de los afloramientos naturales.

La Tumba Real de Machu Picchu loading

¿Cómo se logró su notable mampostería? Los canteros modernos se han acostumbrado a trabajar con fuertes cinceles de acero, sierras con punta de diamante y esmeriladoras de alta velocidad. Pocos hoy conocen cómo se hacía este trabajo siglos antes de la aparición de estas herramientas. Para quienes buscan alguna tecnología perdida, las respuestas presentadas aquí quizá no sean del todo satisfactorias: tuvo más que ver con su proceso y sus técnicas que con herramientas avanzadas.

La ingenuidad de los canteros incas es evidente en las marcas de herramienta que muestran cómo partían las rocas. Tallaban una línea de surcos y golpeaban cuñas para dividir la piedra limpiamente en dos. Esta misma técnica aún la usan algunos trabajadores de canteras modernas. También pudieron emplear una variación de estilo romano antiguo, introduciendo cuñas de madera que luego se empapaban con agua para expandirse y partir la roca. Rocas con hileras de agujeros cincelados se encuentran en numerosos sitios incas, incluida la cantera de Machu Picchu, una piedra cansada en Ollantaytambo, Tipón y en piedras de Cusco. Aunque esta técnica de división de piedra parece relativamente común, otras veces simplemente seleccionaban rocas sueltas dispersas por el paisaje, o las arrancaban de la roca madre a lo largo de fracturas preexistentes (Protzen, 1985).

Otra piedra con un corte largo y fino en Ollantaytambo ha llevado a algunos a sospechar que estos canteros debieron tener algún tipo de sierra de cable o circular. Sin embargo, la ranura es ondulante, no recta, por lo que no pudo haber sido hecha con una hoja de sierra. Al observar más de cerca, se ven cristales dentro de la grieta, lo que revela que se trataba simplemente de una veta de calcita o cuarzo. Esos minerales se han disuelto en gran medida, dejando la apariencia engañosa de un corte de sierra fino.

Algunos suponen erróneamente que esta piedra en Ollantaytambo muestra marcas de corte de sierra, pero un examen más detallado revela que son grietas naturales llenas de depósitos minerales, no marcas de herramientas.

Tras dividir las rocas a su tamaño aproximado, sus canteros utilizaron piedras martillo para darles forma adicional. El uso de estas piedras martillo se describe en varios relatos españoles (Cieza de León, 1554; Polo de Ondegardo, 1571; Padre Bernabé Cobo, 1653; Garcilaso de la Vega, 1609; Murúa, 1616).

“Los implementos que tenían para cortar y trabajar las piedras eran guijarros duros y negros de los ríos, con los que trabajaban más golpeando que cortando.”
- Padre Bernabé Cobo (1582-1657), Historia del Nuevo Mundo (1653)
“Este trabajo fue muy penoso, porque todos sus edificios eran de mampostería y no tenían herramientas de hierro ni de acero, ni para extraer las piedras de las canteras ni para darles forma después. Todo esto se hacía con otras piedras, lo cual era una labor de extrema dificultad. No usaban cal y arena, sino que ajustaban una piedra con otra con tal precisión que el punto de unión apenas es visible.”
- Polo De Ondegardo (1520-1575), Relación de los ritos y leyes de los incas (1571)
“They had no other tools to work the stones than some black stones hihuana with which they dress the stone by pounding rather than cutting.”
- Garcilaso de la Vega (1539-1616), The Royal Commentaries of the Incas (1609)

Más allá de estos relatos españoles, dos tipos de evidencia física confirman que las piedras martillo fueron la herramienta principal utilizada. La primera es la prevalencia de piedras martillo encontradas tanto en sus canteras como en los sitios de construcción. El equipo de Hiram Bingham halló cientos de estas piedras martillo durante sus excavaciones en Machu Picchu (1952). Algunas tenían depresiones para el pulgar y el dedo que ayudaban al agarre. Estas piedras se seleccionaban por su tenacidad (resistencia a la fractura) e incluían guijarros, dolerita, cuarcita, basalto con olivino o hematita, que naturalmente contiene hierro (Bingham, 1952; Protzen, 1985; Rowe, 1946). Los martillos de hematita o basalto probablemente sean las “piedras negras” que Garcilaso de la Vega llamó hihuana (1609). En la cantera de Rumicolca, Jean Pierre Protzen encontró 68 piedras martillo de canto rodado fluvial entre la andesita fracturada, de una variedad de piedra que señala que era fácilmente reconocible como ajena al sitio (1985).

Martillos de hematita de Machu Picchu loading

El segundo tipo de evidencia física que confirma el uso de piedras martillo son las marcas de impacto visibles en las caras de estas piedras. Son especialmente notorias en los bloques de caliza usados en Sacsayhuaman y sitios vecinos. Este material rico en carbonato cálcico se metamorfiza en puntos blancos cuando se golpea (Rowe, 1946; Protzen, 1985). También destacan las marcas de impacto mayores en las superficies frontales frente a puntos más pequeños en los bordes biselados, donde cambiaban a una herramienta más pequeña para el trabajo de detalle. Al observar de cerca esta caliza, incluso pueden verse algunas líneas angulares irregulares donde se desprendieron lascas. Durante las excavaciones del Proyecto Chincana en la base de esos muros, se encontró una capa de pequeñas astillas de grava angulares en el suelo, lo que sería consistente con el desprendimiento de material (Adams, 2025). Aunque menos notorias, marcas similares de piedra martillo pueden verse incluso en bloques de granito y andesita. Y sí, estas marcas también aparecen en la mampostería megalítica poligonal de ajuste preciso.

Algunos lectores pueden cuestionar la viabilidad de usar estas sencillas piedras martillo. Sin embargo, los humanos tienen una larga historia de trabajo diestro de la piedra de esta manera. Hace más de doce mil años, cazadores del Paleolítico en las Américas elaboraban puntas de lanza finamente trabajadas y bifaciales a partir de variedades duras como sílex, cuarcita, obsidiana y jaspe. Usando solo piedras martillo simples, golpeadas con el ángulo correcto, podían desprender rápidamente lascas de material hasta obtener hojas afiladas y simétricas.

Las técnicas utilizadas por los trabajadores incas no eran muy diferentes de las de estos talladores paleolíticos. Piedras como el granito, la andesita y la riolita, comúnmente empleadas en sus edificios, pueden desbastarse de manera similar usando la técnica adecuada. En sus experimentos, Jean Pierre Protzen observó que golpear la roca con un ángulo de 15-25 grados y rotar la piedra martillo en el momento del impacto aumentaba la cantidad de lascas desprendidas. Esto se relaciona con una percepción común sobre la escala de dureza de Mohs, que algunos usan para argumentar la aparente imposibilidad de emplear herramientas simples sobre variedades de piedra más duras. Pero esta escala solo clasifica qué tan fácilmente cada una se raya, no qué tan fácilmente se fractura o se descascarilla. En palabras de John Howland Rowe, “el proceso de trabajar piedras con martillos de piedra no es tan lento y laborioso como muchos que nunca lo han intentado se inclinan a creer (1946)”.

Si bien las piedras martillo fueron la herramienta principal usada en el perfilado y labrado final, se requerían cinceles para tallar ángulos internos agudos. Lo más común es que utilizaran fragmentos afilados de rocas como cinceles. Cualquier fragmento suelto del mismo material o de uno más duro servía para este propósito. Durante su estudio de Tiwanaku, Stella Nair usó fragmentos de obsidiana para replicar el tallado de ángulos internos agudos de 90 grados en riolita, una roca volcánica de alto contenido de sílice con dureza similar al granito o la andesita (2013).

Aunque los sitios incas no parecen tener ángulos internos tan cerrados como en Puma Punku, sí tallaron con frecuencia plataformas planas de ofrenda religiosa en sus “huacas” (lugares sagrados de culto). Estos altares tallados intencionalmente a menudo se confunden con canteras por quienes no están familiarizados con las prácticas religiosas incas. Los cronistas españoles señalan que se establecieron aproximadamente cuatrocientas de estas huacas en puntos clave a lo largo de su red vial, que usaban para venerar a sus diversos antepasados, oráculos y deidades (Cobo, 1653; Polo De Ondegardo, 1571; Ayala, 1613).

Los incas también eran hábiles en metalurgia y crearon cinceles de bronce para este trabajo. Aunque el cobre en bruto es un metal relativamente blando, la variedad local contenía naturalmente arsénico, que se mezclaba con estaño y plata. Esto creó un bronce duradero, de dos a cuatro veces más duro. Luego martillaban en frío este metal, aumentando la dureza cuatro veces más. El resultado final fue que estas “herramientas de cobre arsenical y de bronce eran de dureza suficiente y sustituyeron al hierro (Peterson & Brooks, 2010)”.

¿Cómo encajaron con precisión su mampostería poligonal?

Aunque las preguntas anteriores sobre cómo se extrajeron, trasladaron y tallaron estas rocas ya no son un misterio, aún queda por tratar cómo encajaron una mampostería tan precisa. En lugar de invocar alguna tecnología perdida, este paso final se explica mejor como un asunto de métodos o técnicas olvidadas. Una vez más, los relatos españoles y la evidencia física que permanece aportan pistas reveladoras sobre cómo se hizo.

Como breve paréntesis, vale la pena señalar que los arquitectos incas usaron una gama de estilos según las variedades de piedra disponibles y el tipo de estructura. No todas las construcciones incas emplearon la mampostería de ajuste milimétrico por la que son célebres. En los desiertos costeros, donde los terremotos preocupaban menos y la piedra de calidad no era tan accesible, construían comúnmente con adobe, como en Acllawasi, Tambo Colorado y Huaca la Palma. Incluso en torno a Cusco, el adobe y la mampostería de cascajo basto eran habituales en edificios de menor importancia.

El trabajo de piedra más fino se reservaba para edificios de mayor estatus, como templos, fortalezas y palacios. Aquí se observan comúnmente dos estilos principales de mampostería: sillar (ashlar), que usa bloques rectangulares de cuatro lados, y poligonal, que puede presentar distintos ángulos irregulares. La mampostería de sillar era por lo general aparejada en hiladas: cada fila de piedras se aplanaba por arriba, de modo que las filas siguientes se asentaran sobre una superficie relativamente plana. Las juntas de este estilo son más sencillas que las de la mampostería poligonal. Como las piedras se unen por bordes rectos, solo el ángulo de la junta necesita ser correcto para un ajuste preciso. Sin embargo, dar forma a rocas irregulares hasta convertirlas en rectángulos de sillar requiere retirar más material.

La mampostería poligonal, en cambio, permitía a los constructores aprovechar la amplia variedad de formas y tamaños de piedra disponibles. Con este estilo podían seleccionar cuidadosamente las piedras más adecuadas para rellenar cada hueco, como si jugaran a Tetris. Después, solo necesitaban perfilar de forma incremental los bordes para lograr un ajuste ceñido. Así, aunque la mampostería poligonal pueda parecer más compleja a primera vista, por lo general era menos laboriosa que el sillar, ya que las formas finales de las piedras quedaban más cercanas a las rocas originales. Su diseño poligonal también ofrecía una resistencia superior a los terremotos gracias a su trabazón apretada.

Tarawasi loading

Al observar las uniones estrechamente apareadas entre estas piedras, muchos suponen que el ajuste preciso continúa más allá de sus caras externas hasta las uniones internas; pero, por lo general, solo las caras de las juntas presentan ese ajuste ceñido. Internamente, suelen tener forma ligeramente de cuña, inclinándose hacia dentro y dejando huecos entre bloques adyacentes. Estos huecos se rellenaban con una arcilla roja pegajosa (llàncac allpa) y cascajo (Cobo, 1653; Protzen, 1985).

“Los indios no usaban mortero en estos edificios; todos ellos estaban hechos de piedra seca. La primera razón es que no usaban cal y arena para la construcción (por no haber descubierto este tipo de mortero), y la segunda es porque asentaban las piedras juntas sin nada entre ellas en la cara exterior de la obra. Pero esto no significa que las piedras no estuvieran unidas por dentro con algún tipo de mortero; de hecho se usaba para rellenar los huecos y hacer que las piedras ajustaran. Lo que ponían en el espacio vacío era cierta arcilla roja pegajosa que llamaban llanca, que abunda en toda la región del Cusco.”
- Padre Bernabé Cobo (1582-1657), Historia del Nuevo Mundo (1653)

Al aparear solo las caras de las juntas, los canteros reducían de manera significativa el tiempo y el esfuerzo requeridos. En ciertos edificios de alto estatus añadían el esfuerzo de alinear también las piedras contiguas dentro de los muros. En Qoricancha lo hicieron con un patrón entrelazado, tipo rompecabezas, para lograr mejor resistencia sísmica. Las juntas de asiento también requerían ajustes más estrechos internamente para mayor estabilidad. A menudo se tallaban huellas cóncavas en las hiladas inferiores para asentar con seguridad las piedras superiores.

La pregunta sigue siendo: ¿cómo lograron encajar estas piedras con tanta perfección? Pueden hallarse pistas adicionales en Machu Picchu, donde parece que la obra de piedra alrededor del Templo de las Tres Ventanas nunca se terminó por completo. Tal vez se abandonó la obra durante su ejecución debido a la guerra civil inca o a la conquista española. Varias rocas aquí siguen en proceso de ajuste y labrado. Dos piedras grandes aún están ligeramente inclinadas hacia atrás con rocas pequeñas calzándolas por debajo. Sus bordes inferiores están en proceso de ser moldeados para encajar con las rocas inferiores, tal como lo explica Fernando Astete (jefe de supervisión de Machu Picchu) en el documental “Superestructuras antiguas: los secretos de Machu Picchu” (Kissous, 2020).

Según algunos cronistas españoles, una parte esencial de este proceso fue simplemente la perseverancia, comprobando reiteradamente las juntas hasta lograr un ajuste ceñido:

“Si consideramos el número de veces que debieron ajustar y quitar una piedra antes de alcanzar esta precisión, podemos hacernos una idea del trabajo y del número de obreros que se requería.”
- Polo De Ondegardo (1520-1575), Relación de los ritos y leyes de los incas (1571)
“Todo esto se hacía por el poder de mucha gente y con gran padecimiento en el trabajo: porque para ajustar una piedra con otra, como están tan bien concertadas, era necesario probar el ajuste muchas veces, pues la mayor parte de ellas no eran ni lisas ni iguales.”
- José de Acosta (1540-1600), Historia Natural y Moral De Las Indias (1590)
“Este trabajo ciertamente es muy duro y tedioso. Para encajar las piedras entre sí fue necesario ponerlas en su sitio y quitarlas muchas veces para comprobarlas, y como las piedras son muy grandes, como vemos, es fácil entender cuánta gente y cuánto sufrimiento se requerían.”
- Padre Bernabé Cobo (1582-1657), Historia del Nuevo Mundo (1653)

Existen algunas técnicas que pudieron usar para simplificar este proceso, requiriendo menos movimientos de las piedras. También pudieron haber utilizado su arcilla roja pegajosa para crear improntas al probar las juntas, mostrando dónde era necesario retirar más material (Sacred Geometry Decoded, 2017). Un método similar usa polvo de piedra o arena para dejar impresiones mientras se crean juntas de asiento. Durante sus investigaciones en Ollantaytambo, Jean Pierre Protzen empleó esta técnica usando solo piedras martillo para ajustar con precisión un bloque a una junta de asiento (NOVA, 1996). Todo el proceso le tomó unas pocas horas.

Aun cuando esto parezca inicialmente lento según estándares modernos, era factible dada la participación de decenas de miles de trabajadores a lo largo de décadas en estos monumentos. Por eficiencia, los megalitos más grandes se colocaban primero y permanecían asentados mientras las piedras más pequeñas se iban acercando para ajustarse con ellos. A pesar de la fijación por las piedras más grandes, la gran mayoría eran de tamaño pequeño a mediano y podían ser ajustadas fácilmente por pequeños equipos de trabajadores (véase la foto de Sillustani arriba).

Otra hipótesis, propuesta por Vince Lee, es que usaron una técnica de trazado para igualar primero los bordes de piedras vecinas colocadas muy juntas (Lee, 1986; Miano, 2021). Observó que los carpinteros que construyen casas de troncos usan de manera similar trazadores, lo que les permite mover los troncos una sola vez para la colocación final. Quienes dominan este método suelen lograr un ajuste ceñido en su primer intento.

Con las piedras colocadas una junto a otra, el trazador recorría los bordes de una piedra para comprobar una separación uniforme con su vecina, retirando material según fuera necesario. De este modo, las dos piedras separadas podían tallarse para encajar y, idealmente, moverse juntas en un único desplazamiento final. Usar una técnica así habría ahorrado mucho esfuerzo al ajustar algunas de las rocas más grandes.

Un elemento clave de este método de trazado era la plomada: pequeños pesos colgando de un cordel, usados para encontrar la “vertical verdadera” durante la construcción. John Howland Rowe señaló que “los incas conocían y usaban la plomada, para lo cual hay un nombre quechua (Wipayci) en el diccionario de González de 1608. Bingham ilustra dos ejemplares (1930), y yo recogí una pequeña plomada de piedra en las ruinas de Ollantaytambo (1946).” La plomada colgante garantizaba que el trazador mantuviera un ángulo y una distancia consistentes durante el proceso.

El propósito de las protuberancias

Existe mucha especulación en torno a las protuberancias de estas piedras, a menudo llamadas “nubs”. Se sugiere con frecuencia que son puntos de izado (Rowe, 1946; Lee, 1986; Protzen, 1985). Otros cuestionan si se usaban con fines astronómicos, si son restos de lugares donde piedra licuada se vertía en moldes, o si guardan mensajes ocultos de un lenguaje de protuberancias aún no descifrado. Aunque hay algunas variaciones, un análisis cuidadoso de estas protuberancias revela su propósito real.

Las pistas iniciales se obtienen examinando su ubicación. Tienden a situarse hacia los bordes inferiores de las piedras, a menudo con una sola protuberancia centrada en piedras estrechas, y con un par de protuberancias en piedras más anchas, una en cada esquina inferior. Aunque son comunes en piedras medianas o grandes, rara vez aparecen en la hilada más baja de piedras que no necesitaban colocarse sobre otras.

Muchas piedras muestran rastros de dónde estuvieron previamente las protuberancias. Esto se ve en el lado sur de Hatunrumiyoc, en Cusco. Allí, un muro ha sido vestido de forma burda en lo que parece ser un trabajo apresurado o inconcluso, y algunas de estas protuberancias aún no han sido completamente eliminadas. Otra piedra en Machu Picchu está en el proceso final de ser vestida. En su esquina inferior derecha, donde convencionalmente estaría una protuberancia, ahora falta porque se está aplanando la cara para igualarla a las piedras vecinas, mientras que en la esquina inferior izquierda parece estar en proceso de ser desprendida. La eliminación de estas protuberancias después del ajuste indica que tenían una función inicial relacionada con la construcción, más que un papel meramente estético o astronómico.

Otra idea común es que podrían haber sido útiles en el transporte de piedras. Sin embargo, casi siempre están solo en un lado de la piedra, mientras que las partes posteriores permanecen toscas y sin labrar cuando se usan como muros de contención. Por ello, y dado que las cuerdas resbalarían de estas protuberancias relativamente redondeadas, esto sugiere que no se usaban para asegurar cuerdas en el arrastre de piedras. Tampoco se observan en las llamadas “piedras cansadas” abandonadas en tránsito desde las canteras.

Todas estas observaciones son coherentes con que estas protuberancias fueran puntos de izado, usados para empujar el borde frontal de las piedras hacia arriba durante el proceso de ajuste. Imagine lo que este trabajo habría implicado para los canteros intentando lograr un ajuste ceñido. Si colocaban una piedra sobre una hilada inferior, pero la junta no quedaba del todo bien, necesitaban una forma de inclinar de nuevo hacia arriba la piedra pesada. Tratar de meter una de sus palancas en la grieta habría dañado los bordes cuidadosamente labrados.

Crear protuberancias de izado sobre las que empujar es la solución obvia a este problema. Por equilibrio, la ubicación lógica de estos puntos de izado sería exactamente donde se encuentran: dos posicionados hacia las esquinas, o uno en el centro. Esto también explica por qué estos puntos de izado no son tan comunes en piedras pequeñas, ya que esas habrían sido más fáciles de levantar sin necesitar estas protuberancias adicionales. No es de extrañar que canteros de otras partes del mundo llegaran a la misma conclusión, añadiendo protuberancias a sus propias piedras para un propósito similar.

"A menudo se dejaban protuberancias en los bloques de piedra para dar apoyo a las palancas y, en muchos muros, las protuberancias nunca se retiraban. Probablemente se consideraban decorativas, como sucedía con otras similares en Grecia en el siglo IV a. C. Las protuberancias suelen estar cerca de las bases de los bloques. … Muchas piedras en Sacsayhuaman tienen hendiduras en lugar de protuberancias en la base, sin duda para el mismo propósito."
- John Howland Rowe, Cultura inca en el momento de la conquista española (1946)

Una confirmación adicional de su función proviene de su forma y de los patrones de desgaste. Estas protuberancias no son perfectamente simétricas por arriba y por abajo. Más bien, sus partes superiores son comúnmente más redondeadas, mientras que sus lados inferiores presentan bordes más abruptos, a veces ligeramente cóncavos. Esto refuerza la protuberancia desde arriba al tiempo que proporciona un saliente más sustentado. También habría permitido a los trabajadores empujar hacia arriba con troncos, apuntalándolas temporalmente. Para quienes cuestionan la resistencia de la madera, un tronco de 12” de diámetro soporta más de 50 toneladas (Lee, 1986).

Al examinar la parte inferior de estos puntos de izado, a menudo se observa daño que parece originarse desde abajo. Estas protuberancias astilladas o rotas son evidentes en aproximadamente la mitad de las que permanecen en Hatunrumiyoc. Marcas como estas serían de esperar si efectivamente se hacía palanca sobre ellas con barras.

Si lograban un ajuste ceñido al primer intento, no habría sido tan necesario usar estas protuberancias para volver a levantar las piedras y seguirlas perfilando. El grado de daño en algunas de ellas también sugiere que se usaron repetidamente para levantar las piedras. Esto es coherente con las múltiples referencias españolas que dicen que necesitaban retocar y reajustar cada piedra hasta lograr un ajuste perfecto.

Aunque estos puntos de izado son la forma más común de protuberancia, existen otras variedades que cumplían distintas funciones. Los bordes superiores de los muros a veces presentan una serie de espigas de piedra que sobresalen alrededor de un pie. Se usaban para atar cuerdas que aseguraban sus techos de paja (Bingham, 1952). Unas cuantas réplicas modernas de techos han sido recreadas en Machu Picchu. Otro tipo de protuberancia son los peldaños de piedra diagonales, que usaban para ascender terrazas agrícolas y muros.

Un estilo más enigmático de protuberancias puede verse en lo que parece ser una huaca en Ollantaytambo. Están ligeramente inclinadas y talladas directamente en la roca madre, por lo que claramente no se habrían usado como puntos de izado ni para asegurar techos. Hiram Bingham señaló que también se encontraron espigas de piedra dentro de sus casas, que él especuló servían para colgar diversos objetos, incluidos cántaros de chicha (alcohol de maíz). Si se trata de una huaca, un altar religioso, entonces habrían hecho ofrendas sacrificiales de cosas que valoraban, una práctica que continúa hoy durante las celebraciones de la Pachamama (Madre Tierra). Quizá se usaban para colgar ofrendas, como maíz, quinua y vasijas de chicha.

"Las espigas de piedra se colocaban por lo general entre las hornacinas y a la altura de los dinteles. Servían como prácticos ganchos para todo tipo de fines. Es muy posible que de ellas se colgaran las características vasijas de agua o de chicha (cerveza) de fondo puntiagudo. Sus asas están situadas en la línea del centro de gravedad, lo que facilita suspenderlas y, usando una pequeña protuberancia en el hombro de la vasija, verter una bebida sin tener que bajarla de la espiga. Las espigas también eran convenientes para fijar un extremo de un telar manual, mientras el tejedor se sentaba en el suelo con el otro extremo del telar atado a su cintura."
- Hiram Bingham, La ciudad perdida de los incas (1952)

Otra posibilidad es que algunas de estas protuberancias también tuvieran una función astronómica, ya que otros sitios incas sin duda se construyeron teniendo en cuenta esos alineamientos. Durante el solsticio, se dice que las sombras de las dos espigas de la derecha descienden hacia dos muescas en la cresta de la piedra inferior (Salazar & Salazar, 1996). Sin embargo, esto no explica por qué están inclinadas, ni el papel de la primera espiga, que no tiene muesca inferior. También es posible que algunas de estas protuberancias tuvieran doble propósito. Por ejemplo, aunque los puntos de izado se usaban principalmente para ayudar en la construcción, puede que algunas se dejaran intencionalmente para seguir posiciones solares a lo largo de las estaciones. Libros de astronomía inca afirman haber descubierto algunos de estos alineamientos. El escepticismo aquí es apropiado, dado que las sombras estacionales no explicarían todas las protuberancias no eliminadas, y alineamientos solares ocasionales en un subconjunto de ellas pueden ser coincidencia más que intención. O puede que algunas fueran simplemente estéticas, disfrutando cómo sus sombras se desplazan por los muros de piedra conforme el sol recorre el cielo.

Aclarando la confusión sobre el ablandamiento de la piedra

Como se ha detallado arriba, contamos con múltiples líneas de evidencia que indican que los canteros incas usaron piedras martillo para dar forma hábilmente a estas rocas. Esto está respaldado por los relatos de testigos oculares de los primeros cronistas españoles, decenas de piedras martillo encontradas en estos sitios, lascas de roca halladas al pie de los muros y las marcas de impacto de piedras martillo visibles en las propias rocas.

A pesar de esta evidencia, el folclore posterior sugiere que los incas poseían plantas o ácidos capaces de ablandar la piedra. Según esta hipótesis, ello facilitaría hipotéticamente “aplastar” el asiento de una piedra contra las piedras vecinas, permitiendo juntas extremadamente ceñidas. Jason Colavito examinó recientemente en profundidad la historia de esta leyenda (2025). Hiram Bingham fue el primero en mencionar el folclore local sobre canteros incas usando algún tipo de líquido ablandador de piedra:

“A los peruanos modernos les gusta mucho especular sobre el método que emplearon los incas para hacer que sus piedras ajustaran tan perfectamente. Una de las historias favoritas es que los incas conocían una planta cuyos jugos ablandaban tanto la superficie de un bloque que el ajuste maravilloso se lograba frotando las piedras entre sí durante unos momentos con ese jugo mágico.”
- Hiram Bingham, A través de Sudamérica (1911)

Sin embargo, esta referencia data de casi cuatro siglos después de la conquista española, ¿así que puede confiarse en ella? El origen de estas historias podría estar relacionado con un relato mucho más antiguo, de 1638, sobre un pájaro carpintero que usaba algún tipo de hierba para disolver la piedra, donde se decía que los prisioneros empleaban esa misma hierba para disolver el hierro y romper sus cadenas. Pero un cuento popular muy similar apareció también en fuentes clásicas anteriores, por lo que la historia puede haber sido traída a las Américas por los españoles (Froemming, 2006).

Un artículo de 2017 de Helmet Tributsch teoriza que usaron un barro ácido para ablandar la piedra. En él cita a Cieza de León mencionando “oro derretido” usado en lugar de mortero, sugiriendo que ese pasaje sería evidencia de su supuesto líquido ácido ablandador de piedra. Pero más que ser prueba de ablandamiento, puede entenderse mejor como referencia a las grapas en forma de T y O que se usaron para unir piedras en algunos de estos sitios, incluyendo Ollantaytambo y Qoricancha. Se vertía metal fundido directamente en esos rebajes tallados para ayudar a bloquearlas en su lugar. Ese “oro derretido” aquí pudo haber sido simplemente bronce, conocido por haberse usado en estas grapas.

“Además, se dice con certeza que en estos edificios de Tambo —o en otros que llevaban el mismo nombre, pues este no era el único lugar llamado Tambo— se halló en cierta parte del palacio real o del Templo del Sol algo de oro derretido usado en lugar de mortero, lo cual, junto con el betún que aplicaban, hizo que las piedras quedaran asentadas y unidas firmemente unas con otras.”
- Pedro Cieza de León (1518-1554), Las Crónicas del Perú (1553)

También hay algunas piedras en estos sitios que supuestamente muestran evidencia física de “ablandamiento”. Algunas rocas parecen tener una superficie vidriosa, mientras que otras casi parecen estar “derretidas”. Estas características se explican bien con una mejor comprensión de la geología del área.

La caliza, común alrededor de Cusco y especialmente en Sacsayhuaman, es principalmente carbonato de calcio (CaCO₃), que se disuelve en agua ácida. Este proceso formó el paisaje kárstico de cuevas y formaciones irregulares de la zona. La contaminación por azufre de la era industrial ha acelerado la disolución de la caliza. Solo en el último siglo muchas estatuas y gárgolas de caliza en catedrales de Europa han visto sus rostros y detalles borrados por la lluvia ácida. Este mismo proceso ha estado disolviendo la caliza en los sitios incas también.

Colada de calcita en la cueva de Qenqo loading

Cuando agua rica en minerales gotea sobre la caliza, deja incrustaciones de calcita similares a las estalactitas y estalagmitas que se forman dentro de cuevas de caliza. Esta misma calcita rojiza se encuentra comúnmente en caliza cruda y sin cortar en esta área, lo que demuestra que forma parte de un proceso natural. También es lo que da a parte de esta obra de caliza inca una apariencia vítrea. El agua que se filtra por las juntas y a lo largo de los bordes biselados deposita más calcita, visible bajo luz ultravioleta como una fluorescencia azul, mientras que el tono rojizo probablemente provenga de óxido de hierro.

Dado que esta calcita es casi enteramente CaCO₃, se disuelve mucho más rápido que la caliza circundante. Zonas donde antes hubo bolsillos llenos de calcita pueden haber desaparecido por completo. Esto explica el hueco con forma de serpiente en Sacsayhuaman, donde aún se ven algunos pequeños fragmentos de la calcita rojiza restante adheridos dentro de esa cavidad.

La caliza fue solo una de las variedades de roca usadas en Sacsayhuaman. Otros sitios fueron construidos con otros tipos, como granito, riolita y andesita en Machu Picchu, Ollantaytambo y Tarawasi. Y en efecto, ese recubrimiento brillante de calcita está ausente en las piedras de esos últimos sitios. Esto debería descartar la teoría de que sea una parte clave de su proceso general de trabajo de la piedra.

En algunos casos, la arcilla rojiza usada para empaquetar las juntas interiores se ve filtrándose por las grietas. Los españoles escribieron sobre esta técnica. Como se mencionó previamente, los canteros incas solían hacerlo para que solo tuvieran que unir las caras de las piedras. El hecho de que esas piedras estén fuertemente unidas solo por sus caras es otro argumento contra la teoría del ablandamiento. Si se hubieran “ablandado”, cabría esperar que las juntas se comprimieran entre sí más profundamente dentro del muro, no solo en sus caras externas.

Como se muestra en las secciones anteriores, las marcas de impacto de las piedras martillo a veces se observan alrededor de los bordes de estas piedras, así como en sus caras. Ese trabajo no habría sido necesario si las piedras se hubieran “ablandado” y comprimido juntas de algún modo. Dado que esos bordes biselados se trabajaban a menudo con una herramienta más pequeña, también son a veces más reflectantes que las caras más toscas, trabajadas con martillos de piedra más grandes. Esto contribuye a la percepción errónea de que esos bordes han sido “derretidos” o “ablandados”.

Otra fuente de una apariencia “derretida” es el patrón de líneas de pista del martillo de piedra: pequeñas crestas y depresiones creadas durante el acabado final (Protzen, 1985). Los canteros normalmente golpeaban en vertical, un movimiento natural que además evitaba choques con trabajadores cercanos. Luego, una vez crecidas esas crestas entre las líneas de pista, también podían ser desbastadas más fácilmente.

Una versión más extrema de esta hipótesis sostiene que estas piedras fueron licuadas de algún modo en un geopolímero, algo más parecido al hormigón, y luego vertidas en moldes. Los arqueólogos generalmente no se oponen a la idea de que culturas antiguas usaran hormigón: los romanos antiguos lo emplearon extensamente. Los mayas también crearon un mortero endurecedor a partir de caliza, similar en función al hormigón. Pero no hay evidencia de hormigón en los Andes precoloniales.

La hipótesis del geopolímero tampoco tiene mucho sentido a la luz del resto de evidencia. ¿Por qué extraer y transportar megalitos masivos, como se ve con las “piedras cansadas” a lo largo de esas rutas, si las piedras líquidas se pudieran mezclar y colar in situ? ¿Por qué solo las caras frontales exteriores de los muros de contención están alisadas y biseladas, mientras que sus respaldos permanecen toscos? ¿Por qué crear piedras poligonales irregulares en lugar de moldes estandarizados? ¿No habría sido el tiempo invertido en fabricar moldes tan oneroso como tallar las piedras directamente? ¿Qué material de molde podría haber contenido toneladas de roca licuada sin romperse? ¿Y dónde están los moldes mismos? Con un poco de examen intelectual, la idea completa del geopolímero se vuelve cada vez más inverosímil.

Imagino que algunos de los colonos españoles posteriores, que no tuvieron oportunidad de observar a los canteros originales trabajando con piedras martillo, se esforzaron por entender cómo se lograba esa magnífica obra de piedra. Probablemente ellos también se sintieron perplejos ante la arcilla roja que se filtra y el “glaseado” de calcita. Desde una perspectiva profana, la mampostería poligonal sí parece como si las piedras se hubieran “aplastado” entre sí, por lo que tiene sentido que los rumores sobre ablandamiento de piedra se extendieran y se convirtieran en folclore. Pero la hipótesis del ablandamiento no resiste un examen más minucioso.

Los muchos problemas de la cronología de la historia alternativa

A pesar de los amplios registros de la historia oral inca, de los ejemplos de reconstrucción poscolonial precisa y de los estudios de datación por radiocarbono que respaldan una cronología inca, existe una narrativa de historia alternativa, popularizada en la cultura pop, que sostiene que los incas no construyeron estos sitios. La lógica detrás de este contrarrelato se basa en gran medida en el estratificado del trabajo de piedra, donde algunos muros muestran una calidad inferior hacia la parte superior. Algunos concluyen entonces que solo la cantería superior es de los incas, y que la inferior, de mejor calidad, pertenece a alguna civilización perdida, avanzada y de alcance global, a menudo sugerida como vinculada a la Atlántida.

Esta afirmación se hace con frecuencia en Sacsayhuaman, donde algunas secciones superiores más toscas de mampostería son efectivamente de menor calidad. Lo que este relato pasa por alto es que la cantería superior es en realidad reconstrucción moderna. Son muros de contención añadidos para impedir la erosión después de que el sitio se convirtiera en destino turístico. Fotografías de principios de 1900 no muestran tales muros, confirmando que son posteriores a la era inca. Algunos incluso llevan fechas modernas de construcción grabadas en la piedra.

La mayoría de los turistas tampoco son conscientes de la magnitud de la reconstrucción en Machu Picchu. Cuando Hiram Bingham fotografió por primera vez el sitio en 1911, estaba gravemente dañado. En la década de 1950, muchos muros colapsados fueron reconstruidos rápidamente para una película de Hollywood llamada Secret of the Incas, empleando una mampostería de mucha menor calidad sobre el trabajo de piedra original. La restauración ha continuado en las décadas siguientes, aunque la cantería nueva ahora suele marcarse con números de referencia y líneas trazadas para rastrear la reconstrucción. Las piedras más nuevas también carecen de los líquenes presentes en muros más antiguos (excepto donde se han reutilizado piedras antiguas derrumbadas). Ten esto en cuenta al observar la cantería superior más basta en Machu Picchu.

Numerosos otros sitios arqueológicos incas han sido objeto de una restauración extensa. Los visitantes a menudo observan cuadrillas reparando muros. Parte de la cantería incluso replica fielmente la precisión de los maestros canteros precoloniales. En Tarawasi, algunas de las piedras superiores de ajuste ceñido son modernas y muestran el año del trabajo de reparación (julio de 2000).

Alrededor de Cusco, la construcción también continuó en los siglos posteriores a la conquista española. Los españoles desmontaron intencionalmente templos y palacios indígenas en un intento de borrar la cultura inca y de establecer su propia legitimidad como nuevos gobernantes de la región. Obtuvieron piedras para sus catedrales y casas de estructuras incas existentes, mientras edificaban sobre los cimientos de otras. Las piedras más pequeñas fueron más fáciles de reutilizar para su propia construcción, mientras que las piedras megalíticas, más difíciles de transportar, a menudo se dejaron atrás. En las décadas siguientes, algunos edificios precoloniales que habían sido parcialmente demolidos fueron reparados y reocupados, dando lugar a una mezcla de estilos arquitectónicos incas y coloniales.

Cusco ha experimentado varios grandes terremotos, incluidos los de 1650, 1950 y 1986, que causaron daños significativos. Relatos locales hablan de temblores anteriores. Si bien la arquitectura inca fue diseñada para resistir estas fuerzas, no todos los muros originales sobrevivieron a estos sismos. Considerando este historial sísmico, no resulta sorprendente que la cantería de la región varíe en calidad si se necesitaron reparaciones rápidas tras estos eventos.

La cantería inca precolonial también variaba en precisión. Sus maestros canteros y arquitectos concentraban sus esfuerzos en estructuras importantes como templos y entradas. Mientras tanto, los aldeanos reclutados de todo el imperio tenían niveles de habilidad diferentes en el trabajo de la piedra. Los equipos rotativos de trabajo naturalmente producían variaciones en estilo y calidad.

Como consecuencia de estos factores, muchos muros tienen una calidad casi esquizofrénica. Y aunque los influenciadores de historia alternativa a menudo señalan casos donde una cantería más tosca se sitúa sobre una más precisa —lo cual creen que respalda su cronología—, ignoran los muchos otros ejemplos del caso contrario, con mampostería más suelta debajo. Estos contraejemplos demuestran además que una cantería de mayor precisión no es necesariamente más antigua.

Otro ejemplo que contradice esta narrativa de historia alternativa es Rumicolca. Este sitio fue construido originalmente por la cultura Wari anterior (600 a 1000 d. C.), como un acueducto que suministraba agua a su cercana ciudad de Pikillacta (Bauer & Hardy, 2022). La mayor parte de la cantería de este muro es del mismo estilo de mampostería de ripio que se encuentra en aquellos otros edificios vecinos de época Wari (con algunas secciones superiores del acueducto siendo reconstrucción moderna).

Siglos después, los incas transformaron este antiguo acueducto en una enorme puerta de entrada para los viajeros que llegaban a Cusco por la principal carretera inca del sur, Collasuyu. Abrieron dos accesos en el muro y reforzaron esos bordes con su cantería de ajuste más preciso. La secuencia aquí debería ser obvia: no tendría sentido que esa cantería de mayor calidad fuera anterior al acueducto, puesto que envuelve y refuerza el muro Wari más antiguo. Y si esos bordes refinados fueran más antiguos, entonces los Wari habrían necesitado rellenar los huecos para permitir que el agua fluyera a través de ellos.

También podemos examinar la distribución de los sitios con este estilo arquitectónico como confirmación adicional de que los incas fueron sus creadores. Además de la mampostería de ajuste ceñido, los edificios atribuidos a los incas suelen tener distintivas ventanas, nichos y puertas trapezoidales. La menor anchura superior probablemente ayudó a evitar que se agrietaran las piedras dintel. Sus entradas principales eran a menudo de doble jamba, con un marco exterior más ancho y una abertura empotrada más estrecha.

Puertas icónicas incas trapezoidales y de doble jamba, como se ve en Vilcashuaman, Machu Picchu, Ollantaytambo y Winay Wayna.

La mampostería sudamericana anterior a la conquista de este estilo existe únicamente dentro de los límites del Imperio Inca. Y está más concentrada alrededor de Cusco, el corazón de Tahuantinsuyu, en el centro de la red vial del Qhapaq Ñan. Aquí es donde el Reino de Cusco comenzó por primera vez bajo Manco Cápac alrededor de 1200 d. C. Numerosos ejemplos de estos sitios se encuentran luego por todo el Valle Sagrado, a lo largo del camino Antisuyu que conduce a Machu Picchu. La historia oral inca, tal como la registraron los cronistas españoles, detalla la conquista de esa región (Cieza de León, 1554; Betanzos, 1576; Murúa, 1616; Cobo, 1653).

Estos sitios incas se extienden hacia el norte a lo largo del ramal Chinchaysuyu del Qhapaq Ñan, abarcando Chincherro, Killarumioc, Tarawari, Choquequirao, Saywite, Vilcabamba, Huánuco Pampa y Aypate. Las crónicas describen la construcción de “tambos” como puestos a lo largo de estas rutas, para que los administradores recauden tributos, alberguen a sus tropas y almacenen alimentos y suministros. Estos sitios incas se vuelven menos frecuentes cuanto más lejos están de Cusco, como cabría esperar si esos territorios fueran capturados más tarde en su historia.

La expansión del Imperio inca loading

Los incas conquistaron primero partes de Ecuador bajo Topa Inca Yupanqui, con una expansión posterior bajo sus sucesores. Cuando llegaron los españoles, su imperio estaba dividido por una guerra civil entre dos medio hermanos rivales. Este territorio del norte estaba en manos de Atahualpa, mientras que Huáscar controlaba Cusco y el sur.

En Ecuador encontramos Ingapirca, que comparte características clave con otros sitios incas. Originalmente fue un centro religioso cañari. Si bien los incas veneraban un panteón de deidades y oráculos, adoraban principalmente al Sol, considerando a su gobernante como su encarnación divina en la tierra. Permitían que los pueblos conquistados continuaran venerando sus deidades locales, pero a menudo construían Templos del Sol dentro del territorio capturado. En Ingapirca, edificaron un Templo del Sol de muro curvo, que recuerda al Qoricancha de Cusco y al observatorio solar de Machu Picchu. Los tres templos están construidos con mampostería de sillería por hiladas. Aquí también vemos los distintivos elementos arquitectónicos incas de entradas de doble jamba con puertas, ventanas y nichos trapezoidales.

Estos sitios atribuidos a los incas se correlacionan bien con la expansión del Imperio Inca, particularmente aquellos concentrados alrededor de Cusco. No solo coinciden con el territorio que estaba en manos de los incas en el momento de la conquista española, sino también con la historia oral inca y con los estudios de datación por radiocarbono, con diferencias de apenas unas décadas entre sí.

¿Cuál sería entonces la explicación de la historia alternativa de cómo pudo ocurrir esto? Si los incas simplemente encontraron estos sitios y fingieron que eran suyos, ¿por qué esta distribución arquitectónica refleja la extensión de su imperio? ¿Por qué los mejores ejemplos de esta cantería se concentran alrededor de Cusco, la capital inca? ¿Es simplemente coincidencia que el imperio más grande conocido que arrasó Sudamérica tenga la misma distribución que su supuesta civilización antigua perdida? O, usando la navaja de Occam, ¿no es más simple que los incas los construyeran a medida que su enorme imperio se expandía?

Un último argumento de los defensores de la historia alternativa es que supuestamente los incas dijeron a los españoles que no construyeron estos sitios. Esto es falso. Muchas de las citas anteriores ya han demostrado lo contrario: los incas describieron de manera consistente su construcción. Este malentendido se origina en el libro pseudoarqueológico de Graham Hancock Fingerprints of the Gods, donde tergiversa un pasaje de Cieza de León. En el relato original, el español pregunta a los lugareños del Lago Titicaca sobre las ruinas de Tiwanaku:

“Hay otras cosas que contar de Tiahuanacu [Tiwanaku] que omito para ahorrar tiempo. En conclusión, diría que considero esta la más antigua antigüedad de todo el Perú. Se cree que antes de que reinaran los incas, mucho antes, ciertos de estos edificios existían, y he oído decir a indios que los incas construyeron sus grandes edificios de Cusco en la forma que vieron del muro de esta ciudad.” … “Pregunté a los naturales … si estos edificios habían sido hechos en tiempo de los incas, y se rieron de la pregunta, repitiendo lo que he dicho: que se hicieron antes de que reinaran, pero que no podían decir ni afirmar quién los hizo. Sin embargo, habían oído de sus antepasados que todo lo que allí está apareció de la noche a la mañana. Por esto, y porque también dicen que se vieron hombres barbados en la isla de Titicaca (es decir, la leyenda de Tici Viracocha) y que esas gentes construyeron el edificio de Vinaque, digo que pudo ser que antes de que los incas gobernaran, hubiera gentes de partes en estos reinos, venidas de no se sabe dónde, que hicieron estas cosas, y que, siendo pocos y muchos los naturales, perecieron en las guerras.”
- Pedro Cieza de León (1518-1554), Las Crónicas del Perú (1553)

Aunque las ruinas de Tiwanaku sí son anteriores a los incas por siglos, eso se debe a que ese sitio en particular fue construido por la cultura Tiwanaku durante el Período Intermedio. No tiene nada que ver con los muchos sitios incas posteriores. En otra parte de su crónica, Cieza de León registra observaciones similares sobre las ruinas Wari en Huamanga / Ayacucho (la antigua capital de los Wari), haciendo de nuevo referencia a una cultura anterior conocida. Tanto los Tiwanaku como los Wari fueron importantes predecesores de los incas con su propia arquitectura monumental. Cieza de León incluso señala que los incas tomaron cierta inspiración en cantería de Tiwanaku. Por ejemplo, experimentaron con grapas metálicas dentro de los muros en Qoricancha y Ollantaytambo, técnica que también se observa en Pumapunku.

Además de la datación por radiocarbono que sitúa a estas culturas en épocas anteriores, la arquitectura Wari y Tiwanaku difiere de manera significativa de la cantería inca. Wari y Tiwanaku carecen tanto de las protuberancias de izado de estilo inca como de juntas poligonales de ajuste ceñido. Esos sitios pertenecen claramente a una cultura distinta. Cieza y los demás cronistas también registran la historia inca de construcción de sitios como Sacsayhuaman, Qoricancha y Cusco —citas que Hancock y otros teóricos de historia alternativa convenientemente pasan por alto.

Conclusión: el “secreto” detrás de la arquitectura monumental inca

Considerados en conjunto, el registro histórico, la evidencia física y la datación por radiocarbono convergen en una comprensión unificada de la destreza de la cantería inca. Este legado no solo fue registrado por los cronistas españoles, sino que el trabajo excepcional de mampostería indígena fue observado directamente durante el período colonial temprano. El secreto de cómo se logró no es una tecnología avanzada olvidada. No es obra de una civilización mítica de la era glacial. Y no es una capacidad mágica para ablandar diversas variedades de piedra. La verdad simple es que los incas contaron con algunos de los canteros más talentosos de la historia humana.

Para resumir lo que se conoce de sus técnicas de mampostería:

  • Construyeron rampas tanto para transportar como para colocar las piedras.
  • Sus cuerdas de ichu eran lo suficientemente resistentes para arrastrar las piedras; las más gruesas podían soportar decenas de miles de libras.
  • Las “piedras cansadas”, abandonadas en tránsito, muestran cómo se arrastraban por caminos preparados especialmente.
  • Las rocas grandes se partían siguiendo filas de agujeros tallados para colocar cuñas.
  • Usaron herramientas simples pero eficaces, como piedras martillo de varios tamaños, plomadas, cinceles de piedra, cinceles de bronce martillados en frío y palancas.
  • Se observan marcas de impacto de piedras martillo en la superficie de las rocas, mientras que las lascas depositadas bajo los muros confirman su uso.
  • Los bloques eran a menudo ligeramente en forma de cuña, unidos principalmente a lo largo de sus caras de borde elevadas, con los huecos entre ellos empaquetados con arcilla.
  • Varios cronistas españoles afirman que el ajuste de las piedras era un proceso tedioso y repetitivo, que requería múltiples retoques para un encaje perfecto.
  • La ubicación de las protuberancias y el daño en sus partes inferiores indica que la mayoría se usaron como puntos de izado, útiles para reclinar las piedras mientras se las perfilaba para encajar.
  • Estas protuberancias de izado se retiraban generalmente tras el ajuste, durante el proceso final de vestido de la piedra.

Más allá de estos métodos, lo que hizo posible todo fue la mano de obra, la determinación y la logística. Aunque tecnológicamente sus métodos de cantería eran engañosamente simples, el énfasis debe ponerse en la capacidad de los incas para movilizar recursos en proyectos de esta escala masiva. Tenían uno de los imperios más grandes del mundo en el momento de la llegada de los españoles. Con una población máxima de más de diez millones de personas de la que echar mano, tenían recursos suficientes para construir estos monumentos. Y su sistema de mit’a obligaba a los súbditos conquistados a pagar tributo en forma de alimentos y trabajo, registrado por administradores regionales mediante quipus.

Croquis de Felipe Guaman Poma de Ayala (1535-1616), noble quechua y misionero que documentó la vida inca durante el período poscolonial.

Para maximizar la productividad de su territorio en expansión, transformaron el paisaje construyendo campos en terrazas y canales de riego. Guiaron la domesticación de cientos de variedades de cultivos. Se estableció una vasta red de caminos, recorridos por largas caravanas de llamas que transportaban mercancías entre sus tambos. Y construyeron colcas (depósitos de alimentos en altura) donde el aire más frío preservaba las provisiones. Todo este sistema les permitió alimentar a las decenas de miles que trabajaban en sus diversos proyectos de construcción. Esta fue la verdadera fuente del poder de los incas, el secreto pasado por alto de cómo se levantaron estos monumentos. Ninguno de estos sitios megalíticos habría sido posible sin su dominio de la agricultura y la logística.

"[Pachacuti Inca Yupanqui] quiso que las tierras se mejoraran para que perpetuamente ellos y sus descendientes pudieran cultivar y sostenerse... Luego los señores caciques, contando con sus quipus, que significa registro numérico, le trajeron el número total de indios que tenían... ordenó que cada uno de los de Cusco que había tenido la fortuna de obtener tierras saliera a mejorarlas, haciendo canales de riego, todo lo cual se reparó y se hizo con piedras de construcción para que la obra durara para siempre. ... les dijo que era urgente que en la ciudad de Cusco hubiera depósitos para todos los alimentos... Hacer estos depósitos y preparar la tierra para ellos tomó cinco años porque hicieron muchísimos depósitos... Estos alimentos que tenía allí eran también para aquellos a quienes quería hacer obras de piedra en la ciudad de Cusco y reparar los ríos que la atraviesan. Pensó que, por sí mismo, teniendo tan gran cantidad de provisiones, nada habría de faltar para alimentar a los hombres que quería que construyeran los edificios y las casas que quería reconstruir.”
- Juan de Betanzos (1510-1576), Narrativa de los Incas (1576)

La cantería inca es verdaderamente extraordinaria. Lo habría sido aún más ver estos sitios históricos en persona antes de que empezaran a ser desmantelados por los españoles. Afortunadamente, los primeros cronistas dejaron descripciones detalladas de lo que vieron. Aunque algunos teóricos de la historia alternativa seguirán promoviendo su narrativa infundada sobre una civilización perdida, la evidencia muestra abrumadoramente que estos sitios megalíticos fueron orquestados por los propios incas. Atribuir estas obras a una civilización desconocida, de la cual no hay evidencia, solo disminuye el legado justo de los maestros arquitectos y canteros incas.

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